Mucho se habla en nuestros días acerca de la separación entre el Estado y las iglesias. Coincidiendo con la frase “al César lo que es del César…”, y tomando en cuenta que el Estado no puede tener una “religión oficial”, vale la pena subrayar, recordar y precisar que la laicicidad no implica un Estado antirreligioso. Al contrario, es garante de la libertad de cultos y de toda forma de pensamiento.
En ese contexto no está de más señalar que las propias iglesias son atravesadas por las contradicciones de nuestra sociedad, donde hay muchas formas de pensar respecto de problemáticas diferentes. Así como hay personas con pensamientos conservadores, también ha habido mucha gente que desde las iglesias ha luchado en favor de los intereses sociales y populares a lo largo de nuestra historia.
Recordemos que en la Independencia de México participaron sacerdotes como Miguel Hidalgo y Costilla, el generalísimo José María Morelos o Mariano Matamoros, entre otros. En los tiempos de mayor represión intelectual y moral destacaron personalidades tan brillantes, con un pensamiento tan liberador, como el de Sor Juana Inés de la Cruz.
Más cerca de nuestra época, atestiguamos el activo protagonismo en favor de las causas populares de personajes como Sergio Méndez Arceo, en su momento obispo de Cuernavaca, Morelos, o el de Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Hoy día, diversas comunidades cristianas de base, sacerdotes, monjas y otros religiosos continúan participando en pro de las nobles causas de la sociedad mexicana.
Muchas de estas organizaciones se gestaron al interior de las iglesias.
En la ciudad de México, especialmente, mantienen este empeño y su labor es una gran contribución.
Desde el gobierno del Distrito Federal, a través de la Secretaría de Desarrollo Social, establecimos vínculos de colaboración con una variedad amplia de tales instituciones. Por ejemplo con Cáritas, el Comedor Vicentino, la Fundación León XIII, el Centro Comunitario San José, el Internado Infantil Guadalupano, la Universidad Iberoamericana, la Asociación Mexicana de Malta, la Iglesia Bautista o el Centro Lindavista. Todas ellas hacen labor social con grupos en extrema vulnerabilidad, con aquellos que viven en las comunidades más pobres y marginadas del DF.
Por eso, en estos días vale la pena señalar que un Estado laico y democrático puede colaborar con las iniciativas que surgen en las comunidades religiosas de nuestra gran ciudad y de la gran sociedad mexicana en su conjunto.
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