Lo más reciente ocurrido en el país, apenas en una cuantas horas, confirma la ineficacia del gobierno federal frente a aspectos de la mayor importancia para la vida nacional.
Transparencia Internacional informa que, a nivel internacional, México es visto como un país corrupto, con menor desarrollo económico y escasa prosperidad “los últimos diez años”; pesquisas del FBI evidencian la corrupción en la Comisión Federal de Electricidad, tema oculto por algunos medios de comunicación.
Por las noticias también nos enteramos del raquítico crecimiento económico —0.8% en promedio de 2007 a la fecha— equiparable al peor desempeño desde la época de Miguel de la Madrid (el del sexenio perdido). En fin, el fracaso del gobierno federal es rotundo.
Urge un cambio verdadero en el país, y este sólo puede provenir de las fuerzas de izquierda. La otra supuesta opción —el PRI agazapado que se presenta como alternativa— no lo es, pues forma parte de la misma derecha que arrastra al país al fracaso.
Por eso es conveniente la construcción de una izquierda independiente, que profundice el proyecto político y social aplicado en el Distrito Federal, donde la preocupación fundamental es el ciudadano y sus necesidades.
Estas políticas públicas, aplicadas de 1998 a la fecha, han logrado establecer una diferenciación con respecto de las que imponen autoridades, aparentemente con orientaciones distintas aunque en realidad son una y la misma cosa: una derecha enmascarada.
Origen es destino. Los gobiernos de izquierda que han administrado el Distrito Federal son resultado de largas luchas por la democracia que por años mantuvieron secuestrada los gobiernos priístas, privando a los capitalinos de sus derechos. Esa es una definición programática que hay que replicar en otros estados para alcanzar reales transformaciones sociales, más profundas.
El cambio verdadero debe provenir y ser alentado por las fuerzas progresistas de la izquierda. Desplazar a los gobiernos de derecha —sean del PAN o PRI—, a las oligarquías concentradoras que sólo buscan el provecho personal, y a los poderes fácticos, proclives a que nada cambie ni afecte sus intereses, esa es la tarea. Por eso es tan importante la definición programática de izquierda, aspecto determinante para establecer la diferenciación con otras ofertas políticas.
Porque de lo que se trata es de ofrecer algo mejor, distinto a lo mal que lo han hecho; antes el PRI, y ahora el PAN.
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