Llegaron de la Nueva Atzacoalco, Cuajimalpa, San Pedro Xalpa, San Andrés Tetepilco, El Ocotal, Los Olivos y El Arenal, entre otras. El Gran Fórum, en la Campestre Churubusco, fue insuficiente para albergar a más de 3 mil usuarios de los comedores comunitarios y públicos que ahí conmemoraron el primer aniversario de este exitoso programa social del gobierno del Distrito Federal.
En 2009, ya con una nueva crisis económica en puerta, el gobierno local aplicó dos medidas urgentes: llevó medicinas a los domicilios de los más pobres y abrió comedores en las zonas donde están los más desprotegidos. El objetivo, salvaguardar su salud y alimentación.
A la Secretaría de Desarrollo Social se le encomendó el Programa de Comedores Comunitarios y Públicos. Entre abril y junio del 2009 puso en marcha 160 de los primeros y 50 de los segundos. En los comunitarios una comida corrida cuesta 10 pesos y en los públicos es completamente gratuita.
Al cumplir su primer año, el GDF ha superado la entrega de 7 millones de comidas servidas en las zonas más apartadas de las 16 delegaciones políticas.
Es obvio que la necesidad básica para cualquier persona es comer a diario. Si no hay dinero ni empleo, si el salario no alcanza, se dejan de comprar muchos bienes, entre ellos los culturales y educativos, antes que dejar de comer. En nuestra ciudad había miles de personas sin esta opción.
Los comedores comunitarios son una salida a esta problemática. Propician la participación social, reconstruyen comunidades, se vuelven espacios de convivencia. Alientan el mercado interno y la compra de alimentos a pequeños productores. Además, promueven las tradiciones culinarias del país, la cultura nacional y la música clásica de los grandes autores. Sí, porque a esos sitios van historiadores, académicos y connotados músicos para alimentar también el espíritu de los comensales. Por si fuera poco, estos comedores son pequeñas comunidades microproductivas que emplean a mil señoras en su mayoría.
En un comedor comunitario cualquiera ahorra por lo menos 30 pesos diarios si consideramos que la comida más barata en un restaurante vale 40 pesos. Si ese ciudadano va con otros familiares al mes ahorra hasta 3 mil pesos.
Falta que en nuestra Constitución se establezca el derecho a la alimentación. Implícitamente, en el DF eso ya se ha hecho, porque siempre estamos a la vanguardia en materia de nuevos derechos sociales.
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