Antes de reducir la brecha entre muy pocos que tienen todo y hasta de sobra, con la gran mayoría de la población cuyas carencias son enormes y aumentan a diario por la crítica situación económica nacional, las autoridades federales se han empecinado en hacernos creer que la crisis es una fatalidad, una cuestión inevitable e invencible. Como algo que, además, afecta a todos los países por igual, y que nos llegó “de afuera”.
Desde luego que lo anterior no es así. Hay naciones que sí han podido vencer la crisis, disminuir la pobreza y la desigualdad. Lo han logrado, desde luego, alejadas del modelo ortodoxo neoliberal que sólo profundiza aquellos flagelos.
¿Cómo lo han hecho?: privilegiando la redistribución de ingresos y riqueza en función de las necesidades mayoritarias de la población. Es decir, aplicando programas sociales. En suma, mediante una propuesta económica, política y social de izquierda.
Al respecto, el caso de Uruguay es muy relevante.
En 2005 puso en marcha el Plan de Atención Nacional para la Emergencia Social con la idea de elevar el nivel de vida de la población. Entonces, 32% era pobre y 3.9% indigente. Padecía pobreza infantil 55% de los menores de entre cero y 12 años. El desempleo rondaba en 15%.
Integraron el citado plan nacional diversos programas sociales: ingreso ciudadano, entrega de alimentos, un sistema de tarjeta prepagada y atención a los sin techo. Se fomentó el empleo, nació el programa hábitat en materia de vivienda, se impulsaron proyectos de opción productiva y, marcadamente, la educación mediante acciones de carácter socioeducativo. Todo, con el fin de lograr la inclusión y la integración social.
Para 2008 la indigencia entre los uruguayos se redujo de 3.9% a 1.7% de la población. Aumentó 32% el Producto Interno Bruto; la deuda pública disminuyó 45% y el salario real se incrementó 23%; el gasto social subió 88% y el educativo 80%; la pobreza decreció 33% y el monto de las pensiones y jubilaciones se elevó 23%.
México, en contraposición, es el país más desigual del continente americano. Se esperaría que el actual gobierno federal hiciera esfuerzos para revertir la situación, que escuchara las propuestas de trabajadores, campesinos, estudiantes para ello y no que de un plumazo enviara a la calle a miles de empleados.
La experiencia uruguaya confirma que sí hay salida, que sí se puede y es posible vencer la pobreza, la desigualdad y la crisis económica. Lo que hace falta en México es un gobierno federal que mire hacia la izquierda. Por lo pronto, ya empezamos en la ciudad de México.
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