Todos recordamos el encendido discurso de campaña de Felipe Calderón. En su batalla contra Andrés Manuel López Obrador por la presidencia de la República, no escatimó acusación alguna contra su adversario. Su discurso, no obstante, se centró en la cuestión económica.
Acusó a López Obrador de defender una propuesta que llevaría a México a la devaluación de la moneda, a una inflación desbocada, a la fuga de capitales, al desempleo, es decir, a una crisis sin precedente. En la memoria de millones de mexicanos aún están frescas aquellas arengas y las imágenes de comerciales televisivos que mostraban ladrillos derrumbándose, en alusión a los supuestos y graves problemas económicos que traería al país la llegada del perredista a la primera magistratura.
Con esa campaña, Felipe Calderón dividió a México. Sin argumento real, denostó, acusó, estigmatizó a su adversario. En fin, lo calificó como un peligro para el país.
En las altas esferas de la sociedad sabían muy bien que la campaña de Calderón dividía a los mexicanos generando encono, odio, resentimiento. Sin embargo, conscientes de tales mentiras, toleraron y hasta financiaron esa acometida. Todo con tal de que alguien les diera “certidumbre”, es decir, que les permitiera mantener sus ganancias y el estado de cosas —a su favor— vía la supuestamente garantizada estabilidad económica.
Pero ni siquiera la guerra sucia lo llevó al triunfo. El gobierno panista y sus apoyadores recurrieron al fraude electoral, se robaron la presidencia de la República, argumentaron una especie de fraude patriótico. Todos metieron la mano: gobernadores del PRI, la maestra, Carlos Salinas, la llamada “pareja presidencial”. La justificación, insistimos, salvar a México de una catástrofe económica, salvaguardar privilegios y ganancias para unos cuantos.
En efecto, en estos casi tres años hubo devaluación, inflación, desempleo, fuga de capitales, carestía de alimentos, caída de la recaudación fiscal, contracción del mercado interno, casi nula productividad. Esto es: crisis económica generalizada, pero con Felipe Calderón, en Los Pinos.
Los ya señalados no sólo no salvaron a México de la crisis ¡ellos la trajeron! al imponer “como haya sido” al panista. Empobrecieron más a los pobres, quebraron a la clase media y cancelaron las expectativas de crecimiento de muchos empresarios. Tras analizar los negativos resultados de los últimos tres años, ahora sabemos que el peligro para México era, es y seguirá siendo Felipe Calderón Hinojosa.
Por cierto, el inquilino de Los Pinos sigue siendo espurio porque tal condición no la desvanece el tiempo.
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