Hace días, el INEGI y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) federal publicaron cifras sobre la pobreza y desigualdad en México. Los datos son escalofriantes. Revelan que 20% de la población es ahora 8% más pobre que en 2006, y 6 millones que no estaban en la lista de pobreza pasaron a engrosarla.
De inmediato surgieron diversos comentarios, algunos muy preocupantes. Por ejemplo, el secretario de Desarrollo Social federal dijo que se revisarían algunos programas, que se ajustarían otros, e incluso que podrían desaparecer los que no funcionaban. Es decir, que lo poquito que recibe la gente del gobierno federal podría retirárseles. En efecto, los programas sociales federales deben ser revisados porque no apoyan a todos los pobres. Sus líneas de medición y las políticas focalizadas (para unos cuantos) excluyen a más de la mitad de los pobres del país. Así, no es de extrañar que personas hasta hace poco no consideras pobres ahora lo sean.
De acuerdo con Sedesol-Coneval federal, la línea de pobreza más baja es la que llaman “alimentaria”. En ella están todos los hogares urbanos con un ingreso per cápita menor a 949 pesos mensuales. Le sigue la pobreza de “capacidades”, que implica un ingreso individual de mil 164 pesos mensuales; y la línea de pobreza “patrimonial” (la califican como pobreza moderada), con un ingreso de mil 904 pesos por persona. Estas líneas de pobreza son tan bajas que millones de mexicanos no están considerados en las mismas.
En otras palabras, para el gobierno federal no es pobre una persona con un ingreso mensual de dos mil pesos. Tampoco lo es aquel hogar con cuatro personas cuyos ingresos suman 7 mil 620 pesos. Ellos serían una “familia de clase media”.
Las líneas de pobreza federal tienen un concepto muy bajo de la dignidad humana. Para quienes las elaboran, ganar 2 mil pesos mensuales es suficiente para una vida digna y satisfacer las necesidades básicas. Además, el ingreso per cápita de que hablamos no sólo incluye lo monetario sino también lo obtenido en especie.
El problema es que estas mediciones sirven para ubicar al ciudadano en los diferentes programas sociales. Así, la familia que suma los 8 mil pesos, automáticamente queda fuera de los apoyos alimentarios.
En conclusión, estas líneas de pobreza son utilizadas para excluir a millones de pobres de los programas sociales. No nos extrañemos, entonces, que el proceso de empobrecimiento provocado por la política económica deje sin protección social a más de la mitad de los mexicanos que ya se encuentran en algún grado de pobreza.
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De inmediato surgieron diversos comentarios, algunos muy preocupantes. Por ejemplo, el secretario de Desarrollo Social federal dijo que se revisarían algunos programas, que se ajustarían otros, e incluso que podrían desaparecer los que no funcionaban. Es decir, que lo poquito que recibe la gente del gobierno federal podría retirárseles. En efecto, los programas sociales federales deben ser revisados porque no apoyan a todos los pobres. Sus líneas de medición y las políticas focalizadas (para unos cuantos) excluyen a más de la mitad de los pobres del país. Así, no es de extrañar que personas hasta hace poco no consideras pobres ahora lo sean.
De acuerdo con Sedesol-Coneval federal, la línea de pobreza más baja es la que llaman “alimentaria”. En ella están todos los hogares urbanos con un ingreso per cápita menor a 949 pesos mensuales. Le sigue la pobreza de “capacidades”, que implica un ingreso individual de mil 164 pesos mensuales; y la línea de pobreza “patrimonial” (la califican como pobreza moderada), con un ingreso de mil 904 pesos por persona. Estas líneas de pobreza son tan bajas que millones de mexicanos no están considerados en las mismas.
En otras palabras, para el gobierno federal no es pobre una persona con un ingreso mensual de dos mil pesos. Tampoco lo es aquel hogar con cuatro personas cuyos ingresos suman 7 mil 620 pesos. Ellos serían una “familia de clase media”.
Las líneas de pobreza federal tienen un concepto muy bajo de la dignidad humana. Para quienes las elaboran, ganar 2 mil pesos mensuales es suficiente para una vida digna y satisfacer las necesidades básicas. Además, el ingreso per cápita de que hablamos no sólo incluye lo monetario sino también lo obtenido en especie.
El problema es que estas mediciones sirven para ubicar al ciudadano en los diferentes programas sociales. Así, la familia que suma los 8 mil pesos, automáticamente queda fuera de los apoyos alimentarios.
En conclusión, estas líneas de pobreza son utilizadas para excluir a millones de pobres de los programas sociales. No nos extrañemos, entonces, que el proceso de empobrecimiento provocado por la política económica deje sin protección social a más de la mitad de los mexicanos que ya se encuentran en algún grado de pobreza.
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