Están muy enojados. Insultan, agreden y lloran. No lo pueden creer. Pensaban que el atraco, el despojo ordenado por Felipe Calderón al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no tendría respuesta viable alguna. Creían que era perfecto, a menos de un mes de la elección, sin posibilidad de los partidos para cambiar de candidato en esta etapa, con un fallo inatacable desde el punto de vista judicial. Pero sí hubo respuesta, y fue contundente. Los perredistas eligieron a Clara Brugada su candidata y sí la pueden llevar a gobernar Iztapalapa. La imaginación política de la gente ha podido más que la imposición desde el poder.
Con cinismo descarado, el tribunal calderonista pretende decirle al PRD quiénes deben ser sus candidatos. Ya no se trata sólo de anular una elección al antojo del tribunal. Es el tribunal el que designa en su resolución la candidatura del PRD en Iztapalapa. Para ello anula casillas que ni siquiera fueron impugnadas, atrae hacia la Sala Superior sólo el caso Iztapalapa y ninguno más, decide qué funcionarios de casilla son perredistas y cuáles no, y anula tantas casillas como fueran necesarias hasta comerse más de 5 mil votos y revertir un resultado dado de manera libre por la gente.
No es un asunto jurídico. Es un asunto político. Utilizando a su tribunal, el gobierno de Felipe Calderón pretende decidir quién dirige al PRD, quién se candidatea por el PRD y quién representa la voz del PRD. Pero los perredistas verdaderos, los que han luchado por transformar a esta ciudad y a este país encontraron la forma de revertir el golpe. Votando por otro partido buscarán que se respete su voluntad: llevar a Clara Brugada al gobierno de Iztapalapa.
Así es la paradoja de nuestros días. El calderonismo quiere utilizar algunos espacios del PRD para ensanchar sus fuerzas. El perredismo, por su parte, busca otros colores, en este caso el Partido del Trabajo, para mantener sus espacios. Más allá de lo que cada uno quiera, lo cierto es que serán muchos miles los perredistas que acudan a las urnas a tachar el logotipo del PT en Iztapalapa. Por eso no lo pueden creer, los voceros de Calderón, los amanuenses de Salinas, los senadores del PAN, todos ellos están muy enojados. Pensaban que el golpe no tendría respuesta, y creían que la gente se quedaría cruzada de brazos eternamente
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