Ignorar por años que la pobreza y la desigualdad son el principal problema del país ha tenido un altísimo costo social. Hoy, únicamente por la debacle electoral de julio pasado que descompuso sus escenarios políticos, hay quienes piden a la nación involucrarse en una cruzada contra la pobreza que ellos mismos, por incapacidad, hicieron crecer a niveles alarmantes, lo que desenmascara esa supuesta urgencia gubernamental por atender un problema del cual antes ni reconocían su existencia.
Según la Sedesol federal hay 52 millones de pobres en México. Seis millones más sólo en los últimos años (2006-2008). A casi 20 millones no les alcanza ni para comer. La mala noticia es que esas mediciones se quedan cortas al considerar que los hogares con ingreso per cápita de mil pesos al mes no viven en extrema pobreza; y si su ingreso es de 2 mil pesos mensuales, de plano ya no son pobres.
La verdad es que actualmente hay casi 80 millones de personas en esa condición en el país. Lo malo es que antes de hacer algo eficaz para revertir la situación, la obstinación neoliberal llevó al absurdo de proponer un impuesto de 2% al consumo generalizado —incluyendo alimentos y medicinas— justo cuando el encarecimiento de los alimentos es un factor central del empobrecimiento.
Esa es una política que fabrica pobres: a quienes tienen mucho les da más, y le carga la mano a los de siempre: a quienes tienen poco, muy poco. Por tal absurdo, en México los pobres subsidian a los ricos.
Muchos países están cambiando su modelo económico, menos México. Es el único que va a decrecer -9% y al que peor le va en esta crisis. Si no cambia ese modelo habrá más pobreza.
Y lo que es peor, pueden estallar graves conflictos sociales.
La crisis económica seguirá en 2010 y hay dos formas de abordarla: algunos dicen: “No hay dinero, recorten el gasto social, creen más impuestos”. En el gobierno del Distrito Federal, con diversas acciones, se construye una amplia red de protección social para fortalecer el poder de compra popular, lo cual es factible.
El gasto social ha crecido sostenidamente en el DF. Pasó de casi 30 mil millones en 2006 a más de 38 mil millones este año. Beneficia a cuatro millones de capitalinos. El objetivo no es sólo paliar la pobreza extrema, sino construir un Estado de bienestar, con igualdad, equidad, justicia social y una ciudadanía plena.
Sin embargo mucho de lo que se construye con la política social local se desmantela con la política económica federal. Por eso hay que defender esta ciudad, pues hacerlo es defender el bienestar de su gente.
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